Fausto Giraldo
“Si tan solo conociéramos de forma integral la gran riqueza que tiene este espacio de vida llamado Imbabura, sabríamos que no dista mucho del paraíso”. 197 años de provincialización de los cuales pocos, tanto instituciones, autoridades, ciudadanos y medios, hacen referencia.
6 cantones, 36 parroquias rurales, 13 parroquias urbanas; 476.257 habitantes entre mestizos, indígenas, afro ecuatorianos y migrantes; pueblos y nacionalidades: Otavalo, Cayambi, Karanki, Natabuela, Awá, Afro y Cotacachi que busca ser reconocida en su contexto histórico; provincia intercultural, rica en su ancestralidad, cultura, costumbres, recursos naturales, productiva, gente trabajadora y creativa.
Aún con las dificultades que se presentan, por la crisis económica que afecta al Ecuador y al mundo ya varias décadas y que se ha profundizado con la pandemia, su gente sigue en la línea productiva agrícola, pequeña y mediana industria textil, comercio, emprendimiento turístico, artesanal y gastronómico, todos motores de su desarrollo, impulsado fundamentalmente por el esfuerzo y acción de los habitantes.
Trasladarse a cada uno de los rincones de Imbabura resulta muy fácil, cuenta con una vialidad importante y en buenas condiciones en su infraestructura, obviamente aún y por muchos años mas deberá ser objeto de la inversión estatal para su mejoramiento, no obstante es un pequeño porcentaje los lugares que hacen falta la intervención. Esta vialidad permite comunicarnos y conectar el campo con la ciudad y las ciudades entre sí, dinamizando el ámbito productivo de las mismas.
La riqueza natural: volcanes, lagos, ríos, cascadas, aguas termales, junto con la variedad de climas y zonas como la andina y tropical, flora y fauna, hacen de Imbabura un territorio suigeneris, mismo que le permitió ser elevado a la categoría de Parque Mundial de la UNESCO.
Territorio único en donde el arte, que surge de la cultura histórica de nuestros pueblos, se hace visible a través de la escultura, artes plásticas, bordados, talabartería, tejidos, manufacturas en cueros, entre otros y pone de manifiesto la creatividad e iniciativa de miles de manos laboriosas.
En cada pueblo, en cada lugar hay algo que saborear, pues la gastronomía conjuga sabores y olores que hacen degustar a paladares de propios y visitantes: tilapia de Yahuarcocha, helados de paila, empanadas de morocho, nogadas y arrope de mora, esquistos helados de Caranqui, el Borrego asado de La Esperanza y Angochagua, el ovo y sus productos, el guandul del Valle del Chota, el Cuy, la Fritada, el plato de cordero en Urcuquí, las carnes coloradas, el caldo de gallina de campo, los frutales de Pimampiro y las exquisitas bebidas del Yamor y la Jora.
Las festividades de Imbabura son múltiples, desde las celebraciones ancestrales a las religiosas y citadinas: Pawkar Raymi, Inti Raymi, Semana Santa, Carnavales de Coangue, Palenque, Olas de Río, Ambuqui, Fiestas del Yamor en Otavalo, La Jora en Cotacachi, Fundación de Ibarra, San Juanes del Ejido de Caranqui, Yahuarcocha, Santa Rosa, el Tejar, entre otros.
Sobresalen eventos feriales con Expo Atuntaqui, del mueble y artesanías en San Antonio de Ibarra, de la moda en cuero en Cotacachi, ferias de los cantones en sus fiestas, destaco el “Trueque” en Pimampiro como una expresión de cultura ancestral solidaria en el intercambio de productos.
Imbabura pueblos mágicos como Cotacachi, San Antonio y Pimampiro; Imbabura patrimonio cultural como la escultura en madera, los inocentes de Atuntaqui; Imbabura con mucha riqueza cultural en danza, música, arte plástico y literatura.
En fin, Imbabura lo construimos día a día todos los pueblos, con trabajo y esfuerzo, sin duda hace falta mucho por hacer, principalmente lograr que el empleo y fomento productivo sea efectivo para mejorar las condiciones de vida de la gente, este en los tiempos actuales es prioritario para relanzar diría yo la salida a la nueva normalidad, que no es la misma incluso así no se hubiese presentado la pandemia.
Construir un territorio equitativo, solidario, sustentable ambientalmente, sostenible económicamente, diverso y efectivo en su pluri e interculturalidad debe ser un compromiso de las autoridades de la provincia en la que sus ejes transversales constituyan la participación ciudadana o comunitaria y la transparencia en la gestión pública.