Fausto Giraldo
La expectativa de los ciudadanos al elegir a sus autoridades es que estás cumplan con altura y absoluta cordura sus funciones, más cuando hay mucho por hacer para sacar adelante a los territorios ya que existen muchas carencias y necesidades que no han sido resueltas, sin embargo los sucesos acontecidos y visibles en dos cercanos Gobiernos Cantonales desdicen la conducta de las autoridades: de la confrontación de ideas o posiciones se ha pasado a la actuación violenta en el seno de los Concejos Municipales.
En el cantón Pimampiro recientemente se denunció la agresión que habría sido objeto la vicealcaldesa por parte de ciudadanos que se identificarían con la línea del burgomaestre, esto porque dicha edil y otros exigirían transparencia en la actual administración.
La capital de los ecuatorianos, Quito, el día conmemorativo del primer grito de la independencia, vivió un escenario agresivo en el que un concejal avienta un vaso con agua al alcalde Yunda.
El diccionario define a la violencia como el acto efectivo de intervención, con intencionalidad voluntaria de causar daño, perjuicio o influencia en la conducta de otra persona o en otras personas, y a su vez en sus acciones potenciales. Ese mismo acto de intervención puede ser ejercido sobre la condición material del otro o sobre su psique.
En otros escenarios, antes ya se han presentado este tipo de actos, insulto, puño limpio, persecución política, denigración humana, amenaza y hasta atentar en contra de la vida de una u otra autoridad son el reflejo de la intolerancia a la discrepancia, al pensar diferente, al buscar mediante la fuerza aplacar a la oposición o frenar a quien ostenta el mando.
La crítica y el cuestionamiento político debe estar orientado hacia la calidad de gestión, a la labor, al debate de ideas y a la búsqueda de soluciones a los problemas; respetar el proceso, el derecho y la integridad física y psicológica de los funcionarios debe ser la conducta política.
Es evidente que la decadencia social está pasando factura a las ciudades que elegimos autoridades pero que lamentablemente no han sido diáfanas y transparentes en su gestión, más sin embargo actuar de forma “cabernicola” no es la solución, ni siquiera la medición de fuerzas que acostumbran los sectores confrontados a motivar junto a sus seguidores.
A de insistirse que en la política latinoamericana, muy criolla por cierto, no existe una cultura y es más el mensaje de paz se cae por sí solo si es emitido por estos “majestuosos ejemplos” del mal comportamiento. Los ciudadanos seguiremos de espectadores frente al derrumbe no solo de la administración pública sino también del deterioro político en nuestros territorios.