Fausto Giraldo
No es folklorismo o una fiesta “novelera” del momento, no se trata del baile y el show de fiestas por aniversario o cantonización, carnaval u otras motivaciones, se trata de una celebración ancestral que para los mestizos puede significar como para los regentes del tiempo de la colonia en “fiestas paganas” mientras que para los pueblos y nacionalidades es una celebración ancestral con profundas connotaciones que definen y visibilizan una cultura, identidad y prácticas de su vida misma.
Es verdad, en tiempos de pandemia se debe limitar al máximo grandes concentraciones poblacionales para evitar el contagio del virus, más sinembargo escuchar o leer “barbaridades que incluye un lenguaje excluyente, discriminatorio y peyorativo”, dichas desde nosotros los mestizos sobre la decisión de efectuar la ritualidad y practicar las costumbres de nuestros hermanos indígenas por el inti raymi o San Juan, resulta inaceptable, más cuando ni siquiera entendemos o comprendemos eso que para estos pueblos es filosofía, es decir su cosmo visión, o en otras palabras su concepto del cosmos, universo, tierra en relación con la vida humana.
Quizá muchos criterios estén opuestos a mi pensamiento, tal vez las decisiones de la institucionalidad del Estado puedan tener razón al momento de prohibir, por motivo del Covid, el desarrollo de las costumbres enraizadas en los pueblos indígenas.
No el “alabar” sino el agradecer al planeta y la tierra, fortalecer la pureza del agua y su consecuente la limpieza del espíritu, el recuperar las energías transferidas por el sol y con su luz dar vida a las cosechas y alimentos, el elevar los rostros para que sea el aire a través del viento quien renueve el oxígeno de vida es lo que al mundo mestizo nos hace falta comprender y así también “entender” aquella pluriculturalidad de la que tanto se ha hablado.
Las expresiones de esta maravillosa celebración que tienen que ver con la armonía de los humanos con la naturaleza es tergiversada, puede que haya exageraciones, pero hay una diversidad de manifestaciones y formas que se expresan en sus danza, cantos y ritos, uno de ellos es el que sucede en Cotacachi, pueblo guerrero que mantiene hasta hoy la toma de la plaza como protesta, como rechazo a la opresión, como reivindicación de su existencia frene al poder, tal cual en tiempos de los incas sucedían con aquellos pueblos que también fueron relegados en ese entonces. Basta observar el paso sonoro que realizan los danzantes, por ejemplo de Imantag o los 50 mil pueblos de Natabuela, para darse cuenta que se trata de frenes de batalla que visibilizan su presencia a la hora de enfrentar al INCA opresor, obviamente hoy su historia se expresa de forma cultural y no de combate. Sea dicho de paso que por esta razón se denominan “capitanes” a los líderes de las comunas y grupos que participan.
Si en los momentos más complejos de la pandemia el año anterior se realizaron estas expresiones, hoy en día difícil será impedirles, es más bien necesario observar la capacidad de quienes fungen de autoridades en todos los territorios para manejar en momentos de crisis estas celebraciones, la formulación de políticas y estrategias participativas para reducir impactos negativos y así preservarlas sin ocasionar condonaciones innecesarias.