Por Joselo Bolaños
La permanente vorágine informativa sobre los conflictos del país y el mundo sacude hasta a los espíritus más apacibles, porque vivimos en una época de mayor beligerancia, caos y violencia.
La crisis sanitaria, política y económica sacude a cada país que debe resolver sus propios conflictos, buscar alianzas y establecer acuerdos para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes.
Uno de los pilares fundamentales en este tejido social es la clase política, ya sea en el ejercicio del poder o la oposición, que busca también ganar protagonismo en el juego democrático. Y las tácticas suelen ser despiadadas.
Los diversos escenarios de disputa y confrontación en nuestro país, parecen concentrarse en la Asamblea Nacional, en donde los diversos grupos políticos, buscan reactivar su gestión para brindar proyectos de ley y fiscalizaciones pendientes.
Saben que no tienen todo el tiempo de la vida para brindar a los ciudadanos alternativas respecto a los problemas más tenaces, como la reactivación económica, la lucha contra la corrupción, seguridad, salud y otros temas importantes, pero están claros que son los responsables de marcar un horizonte coherente y sostenido para el desarrollo del país.
Los ojos de la ciudadanía que desconoce el funcionamiento del aparato estatal, a lo sumo, expresa descontento en las calles o redes sociales , -como la mayoría de los ecuatorianos siente en carne propia la crisis social, – los asambleístas se convierten en el blanco perfecto para desahogar todas las frustraciones acumuladas a través de la historia política.
Tampoco es que les falte motivación – me refiero a los asambleístas- porque son la crema de la política y tienen influencia indiscutible en todo el territorio nacional. En esa perspectiva, disponen de información privilegiada, en una dinámica de relacionamiento interinstitucional, empresarial y mediática, que debe ser aprovechada para potenciar su gestión, la percepción ciudadana y, sobre todo, tienen la oportunidad de convertirse en un grupo político que marque diferencias con las viejas prácticas y actúe por los intereses nacionales; distante de las pugnas improductivas que interfieren con el desarrollo productivo y la paz social.