Fausto Giraldo
A propósito del día del adulto mayor, al principio de la pandemia se inicio una especie de debate político social en relación con los ancianos, palabra que la uso no con el fin despectivo de peyorizar o menospreciar sino solo para efecto de graficar mi opinión. En este debate de los “ciudadanos elegidos del mundo” se puso en la mesa una interrogante que, como siempre digo la vida es más preguntas que certezas, hace referencia a la existencia de los ancianos.
Algo se elucubró sobre el origen y objeto del COVID-19 al que se dijo de cierta forma era un virus creado en laboratorio para terminar con la vida de los ancianos, recordemos que los más vulnerables eran ellos, y de esta manera reducir su presencia ya que “su larga estadía” afecta las economías de los paises que deben hacer altas inversiones para curar sus enfermedades. La verdad, un criterio creíble al daber lo hipócrita, miserable y perversa actitud de la humanidad, no de toda, pero si de las esferas del poder económico, que mira la economía como una forma pragmática de vida.
Por otro lado, si bien exactamente no se refería a desaparecer a los abuelos, en su reflexión sobre los mismos, Dan Patrick, vicegobernador de Texas señaló: “Mi mensaje es: regresemos a trabajar, regresemos a vivir y aquellos que tenemos más de 70 años, nos ocuparemos de nosotros mismos. Pero no sacrifiquen el país”. apnews.com/article/archive-ap-verifica-8669511147. Cuando dice “no sacrifiquen el país” haría referencia a que no se preocupen de los abuelos ya que salir a las calles en pandemia implicaba el riesgo de retornar con el virus y contagiar a los adultos mayores, pero no salir significaba la paralización de la economía. Nuevamente se pone a dilucidar la prioridad: la economía del país o la vida de los abuelos.
En 2012, el FMI publicó el “Informe sobre la estabilidad financiera mundial (GFSR)”, en cuya presentación Lagarde no estuvo presente. En aquel documento, el FMI alertó -en el capítulo 4- sobre el impacto financiero del riesgo de longevidad. “Las implicaciones financieras de que la gente viva más de lo esperado (el llamado riesgo de longevidad) son muy grandes”, sostiene el documento. Christine Lagarde es actual presidenta del Banco Central Europeo (BCE) y ex directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), (amp/s/chequeado.com). Si bien la mencionada funcionaria no hace dicha referencia, pero fue en su periodo de presidenta del organismo que se redactó ese criterio en un informe del FMI. Así también, por más que a continuación de dicho texto se realice la aseveración que tener más años implica el mejoramiento de las condiciones de vida, no deja de referirse al costo económico del tiempo de vida de los ancianos, valga la redundancia, sigue siendo economía pragmática de mayor ganancia y acumulación.
Por último, dentro de los personajes que cito en la presente opinión y quizá alguien con más descaro o menos careta, Taro Aso, responsable del área económica japonés pidió a los ancianos de su país “que se den prisa en morir” Para que de esta manera el Estado no tenga que pagar su atención médica, incluso fue más allá al referirse a los ancianos que ya no pueden alimentarse así mismos como gente de tubo. www.elmundo.es/elmundo/2013/01/22/internacional/1358870209.html
En una clase de la Maestría en Pedagogías Críticas surgió una tarea en torno a los adultos mayores, sobre las preferencias de la gente sobre que hacer con ellos, si debían ser alojados en centros de atención o vivir con sus familias, si su aporte a la sociedad había concluido o aún tenían mucho que dar, si el Estado debía preocuparse con mayor énfasis o dejar que concluya su existencia, si continuar atizando la llama o dejar que se apague la luz de su sabiduría.
Sin irnos muy lejos, a propósito de la experiencia, un gobierno en Ecuador decidió que el acumulado de saberes en las universidades finalizara sus labores como docentes sin proponer alguna alternativa que implique aprovechar hasta el último sus conocimientos y proporcionar valor a su presencia en la academia y sociedad entera.
Quizá los latinos tenemos demostraciones más afectivas enraizadas en una cultura histórica y social desde el origen de la compartimentación y convivencia a diferencia de los países europeos o anglosajones que son más fríos en sus relaciones interpersonales y hasta con la naturaleza. Sin embargo y pese a esa afectividad no logramos valorar de forma tal la presencia de nuestros abuelos, así no declaremos lo que los personajes citados y otros pudieran hacerlo, en la práctica actuamos como ellos.
Los Estados no desarrollan políticas integrales de atención para los adultos mayores, las familias las alojamos en nuestras casas pero las olvidamos en sus necesidades, en sus dificultades, en su amor propio y el que debemos proporcionar.
Todos los humanos caminamos hacia allá, quizá como hoy nos comportamos con ellos lo harán con nosotros las generaciones venideras, quién sabe hasta peores condiciones, “ vida no es cuidar la economía de los poderes, al contrario la economía debe cuidar la vida de los saberes”