Fausto Giraldo
Cuando se habla que la sociedad actual, no sólo ecuatoriana sino mundial, atraviesa un proceso de desintegración, deterioro y ruptura de la estructura social no sólo nos referimos al aumento de actos delictivos como narcotráfico, robo, trata de blancas, corrupción, aprovechamiento ilícito de los recursos y espacios públicos, tráfico de armas, organización de bandas, femicidio, violencia intrafamiliar, pues hacemos referencia también a la influencia de mensajes negativos de los medios audiovisuales en la población: radio, televisión, redes sociales e Internet en general.
Letras de canciones que versan sobre supuestos imaginarios de ser exitosos, superiores, “machos”, dominantes, contenidos sexistas e insultantes a la dignidad humana, estos acompañados de atractivos ritmos hacen que los consumidores graben en la memoria colectiva como aspectos normales de la convivencia humana, es más los medios los socializan y hasta promocionan como “exitosas” producciones sin la más mínima consideración ética y su impacto en la sociedad.
Telenovelas, series, películas que hablan de jefes de narcos, los hombres y mujeres de acero, el juego del calamar, asesinos seriales y otras que hablan de delitos de los más perjudiciales para la población, son difundidas sin remordimiento y preocupación de sus efectos.
En este contexto y a propósito de los sicariatos en el Ecuador he notado que se ha incorporado a adolescentes y jóvenes entre los 15 y 20 años en el cometimiento de este delito y el narcotráfico, la población más permeable para ser inducidos en estos actos; es obvio que la procedencia de los adolescentes y jóvenes es de los sectores marginados de la atención, sin acceso a educación, salud, bienestar, cultura, deporte y sana re recreación, a la que se suma la situación de sus hogares, la violencia intrafamiliar, el desempleo de sus padres y la “cultura” que consumen.
Entonces vale comprender que el solo hecho de militarizar las calles no resuelve la profunda inseguridad que vivimos, tampoco el hecho de que se creen escuelas y colegios bajo el criterio único de albergar a más estufiantes, el tema es la aplicación de políticas articuladas e integrales en todos los ámbitos de la convivencia social, una de ellas es el control de productos audiovisuales, la restricción necesaria desde las instituciones del Estado y en este aspecto la auto restricción de carácter ético por parte de los medios de comunicación y los procesos educativos orientadores en la formación de los adolescentes para el uso de medios electrónicos y redes sociales.
Sería interesante que la academia ejecute una investigación sobre estos temas, por ejemplo, a través de la carrera de comunicación analizar las parrillas de programación televisiva, letras de canciones y contenidos de redes; estudiantes de marketing sobre el efecto de los mensajes en los consumidores sociales; la psicología el impacto en la niñez, adolescencia y juventud, así también, su incidencia en la desintegración y violencia intrafamiliar; la carrera de derecho sobre la violación de los derechos de la niñez, la mujer y la vida; el objetivo puede ser el diagnóstico y al mismo tiempo el proponer cambios desde el Estado y las empresas privadas de comunicación.
“Si el alimento es violencia y se consume violencia, la respuesta es violencia”, valga la redundancia, por ello se debe repensar colectivamente el país que tenemos y el que queremos.