El 4 de marzo es el Día Mundial de la Obesidad, y está dedicado a abordar la epidemia mundial de esta condición, mediante la concienciación para que cada persona logre un peso saludable y así mejorar su calidad de vida.
Además, se pretende que a nivel social se acceda a un modo de vida saludable en lo que respecta a crear facilidades y opciones diversas en lo que a una buena alimentación y actividad física se refiere.
El Índice de Masa Corporal (IMC) es utilizado frecuentemente para clasificar el estado nutricional. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la obesidad como un IMC igual o mayor a 30.
El Proyecto de Prevención de la Malnutrición (PREMA-Q) promueve activamente los hábitos y comportamientos que combaten la obesidad.
Durante el transcurso de la pandemia por COVID-19 se ha evidenciado cambios en los hábitos de consumo de la población.
La elección de dietas poco saludables pone en riesgo su salud.
Al extenderse el impacto y duración de la crisis del COVID-19 aumentan los problemas de malnutrición y, por lo tanto, se incrementa la vulnerabilidad sanitaria ante la propia enfermedad.
Mediante el plan de teleasistencia nutricional, los profesionales de la salud buscan la prevención de la enfermedad al brindar educación alimentaria a la población sana y también a la que está expuesta a factores de riesgo como el consumo de comida rápida, sedentarismo y el consumo de tabaco y alcohol.
La estrategia pretende reducir las muertes prematuras y ocasionadas por discapacidades o por la diabetes y la hipertensión, a través del empoderamiento de los ciudadanos al tener pleno conocimiento sobre su estado nutricional y su alimentación.
En la actualidad, la obesidad es una enfermedad que no recibe una importancia acorde con su incidencia, prevalencia e impacto a nivel individual y social.
Cada año mueren, como mínimo, 2,8 millones de personas a causa de la obesidad o sobrepeso, tomando en cuenta que originan otras enfermedades graves como diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, hipertensión arterial, accidente cerebrovascular y varios tipos de cáncer, además afecta la vida diaria de quien la padece, ya que disminuye la calidad del sueño, produce dolores articulares y de espalda, sudoración excesiva, intolerancia al calor, sensación de falta de aire, fatiga y en lo psicológico, ansiedad y depresión.
La obesidad se ha triplicado y es aún más preocupante, que ha incrementado en casi cinco veces en niños y adolescentes, sin distinguir condición social, por lo que, actualmente se considera a la obesidad como una epidemia a nivel mundial.
La obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más graves con una gran probabilidad de convertirse en adultos obesos, sufrir a edades más tempranas diabetes y enfermedades cardiovasculares que a su vez incrementan la probabilidad de muerte temprana y discapacidad.
Según la encuesta ENSANUT 2018 en el Ecuador, el sobrepeso y obesidad en niños de 5 a 11 años es del 35.8% y en comparación a la encuesta realizada en 2012 aumentó 5.9 puntos porcentuales, en cuanto a adolescentes de 12 a 19 años aumentó 3.7 puntos porcentuales hasta alcanzar el 29.57% de sobrepeso y obesidad y finalmente en adultos de 20 a 59 años aumento en los seis años 1.8 puntos porcentuales llegando a una prevalencia de sobrepeso y obesidad del 64.68% es decir 6 de cada 10 adultos sufren este factor de riesgo para su salud.
Una dieta rica en frutas, verduras, hortalizas, legumbres, cereales integrales, frutos secos, y pobre en azúcar sal y grasas saturadas, puede contribuir a prevenir la obesidad por que mediante elecciones saludables se puede mantener un estado nutricional normal.
La actividad física juega un papel importante al momento de mantener un cuerpo sano.
Durante todo el ciclo de vida es importante mantener el cuerpo activo mediante movimientos de intensidad moderada durante al menos 30 minutos diarios. Por su parte, el aumento del consumo de alimentos muy ricos en calorías sin un aumento proporcional de la actividad física produce un incremento de peso.