Por: Miguel Ángel Piqueras García, director del Grado en Ingeniería en Organización Industrial
Primero fue la pandemia en 2020 la que golpeó al comercio mundial y al sector automotor, después fueron una serie de factores concatenados entre sí que han derivado en actual situación de escasez de insumos que enfrenta la industria automotriz.
Las deficiencias en el funcionamiento de la cadena global de suministros, y la invasión militar de Ucrania por parte de Rusia han sido los causantes críticos.
Para entender la situación actual, hay que recordar que gran parte de los componentes y productos semielaborados de la cadena de suministros que abastece la fabricación de automóviles y sus partes está conectada a China, por lo que el cierre del mercado de componentes automotrices de dicho país está afectando la capacidad de importación de carga desde la zona Asia-Pacífico hacia Latinoamérica, generando una importante interrupción.
China, con su política de tolerancia cero frente al COVID-19, interpuso restricciones a la población que han ocasionado obstáculos en los ritmos de producción e incluso cierres de grandes fábricas, bloqueos a los centros neurálgicos de las redes logísticas como los puertos comerciales, donde la ralentización de las operaciones de estiba y desestiba en buques portacontenedores por falta de personal provocaron tiempos de espera que han pasado a incrementarse entre los meses de marzo y mayo de este año, pasando de un promedio de 4.6 a 12.1 días.
Por tanto, la falta de capacidad (infraestructura, personal capacitado, buques portacontenedores y contenedores) es el talón de Aquiles y se prevé seguirá afectando durante los próximos meses el funcionamiento del transporte marítimo con origen en el gigante asiático.
A lo anterior, se sumó una situación de escasez de semiconductores con destino a la electrónica del automóvil, que provocó más retrocesos en la fabricación y de carencias en el suministro (o encarecimiento) de materias como el magnesio, necesario en el desarrollo de piezas a base de aleaciones de aluminio, y que proviene prácticamente en su totalidad de China.
Este sector se enfrenta actualmente (y sin perspectivas de recuperación a corto plazo) a limitaciones de suministro de componentes que se integran en los procesos de fabricación, que dan lugar a ineficiencias, retrasos en entregas y pérdida de competitividad, incrementando los precios de venta y contribuyendo a aumentar la inflación que afecta al consumidor doméstico, y -en general- a todos los agentes económicos, cuyo poder adquisitivo y presupuesto disponible se ven cada día más mermados.
En Latinoamérica los países que han sufrido un mayor impacto, desde la primera etapa de la crisis en la cadena de suministro, es decir, desde mediados de 2020, según los datos de importaciones anteriores de productos intermedios con origen en China, han sido, en orden decreciente, Chile, Bolivia, Brasil, Argentina, México y Colombia.
En cuanto al share de importaciones con origen en Rusia, la dependencia de Latinoamérica es menor, siendo Brasil el país en que los productos y materias primas de importación rusa tienen más peso, seguido de Bolivia, Paraguay, Nicaragua y Ecuador.
También hay que tener en cuenta que un considerable volumen de los componentes electrónicos se importa a Estados Unidos, que a su vez importaba las materias primas que se precisan como inputs a Rusia, para manufacturarlas en su territorio. En este sentido, los países más afectados serían México, Colombia y Ecuador.
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